Charlaba ayer con la fotógrafa Ana Yturralde sobre la necesidad que tenemos de sentirnos parte de un grupo, de encontrar semejanzas en los demás para protegernos del miedo a ser distintos. Ana es autora de un estremecedor reportaje sobre albinos en África. Ahora completa el reportaje con fotografías de niños albinos en sus barrios y colegios y si impactantes son sus imágenes, desgarrador es el relato de su persecución y cacería. La falta de información, el miedo y la superchería los convierte en indeseables, en acosados.
Buceando en la red, y haciendo un ejercicio de estética relacional, me encuentro con una noticia de hace algún tiempo en la que se cuenta la historia de una chica acosada hasta la profunda depresión durante sus años escolares. Entre los insultos y agresiones recuerda como el más dañino el de ‘rara’. Con el tiempo se descubrió que era superdotada y hoy ejerce un alto cargo en una importante empresa.
La anécdota final es lo de menos, pues no hay que ser superdotado para sufrir esos acosos; pero sí me llama la atención la búsqueda de crueldad en un insulto que no debería serlo. Según el Diccionario de la Real Academia, que es donde se acude en estos casos, las acepciones que tiene la entrada ‘raro-a’ son casi siempre positivas, elogiosas incluso. Ser diferente, exclusivo, es aportar riqueza a la sociedad; de hecho, en otros ámbitos lo exclusivo incluso se sobrevalora.
Lo temible debería ser lo normal, en el sentido de lo que se atiene a la norma. Bien interpretado como aquel complaciente, resignado o sumiso por cobardía o bien como aquel que admite y se ajusta a las reglas prefijadas, al orden impuesto, por voluntad dominante. El matón y su esbirro.
En la apertura de este año escolar y en un hermoso discurso, el presidente Obama alentaba a los alumnos a celebrar sus diferencias, a ignorar a los matones -bullies- y a entender que si la vida es tan bella es debido, en gran parte, a su diversidad. «No debemos avergonzarnos de lo que nos hace distintos a los demás, sino enorgullecernos porque nos hace únicos», decía el presidente americano. No sé si a la sociedad americana le falta aún mucho tiempo para asimilar los consejos presidenciales, pero la intención y la belleza de sus palabras ahí quedan.
La educación emocional es la gran asignatura pendiente de la sociedad española. Aquí nos educan en la normalidad, en la vulgaridad, y así se generan sociedades herméticas, domesticables y predispuestas al populismo donde lo diferente aparece como una amenaza y como un elemento que genera ansiedad.
Resulta curioso que diversidad y diversión procedan de la misma palabra latina, ‘diuertere’. Lo diverso como algo ameno; lo diferente como algo festivo, digno de celebración, que nos abre nuevos caminos y que nos ayuda a crecer, a mejorar. Quizás proceda aquí hacer referencia a la distinción que hacían los ilustrados del XVIII entre ‘naturalia’ (lo que procede de la naturaleza, con sus excepciones) y ‘artificilia’ (lo creado por los hombres, las normas sociales, por ejemplo). ¿Hay algo menos humano y menos divertido que ser artificial? Así que: «rara tú, que eres normal».
Dejo la web de Ana y un video de Salif Keita, músico africano y albino que asegura que, pese a todo, la vida será maravillosa. Yo también lo creo.
Publicado originalmente en La Voz Digital
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